Hoy
Hoy tengo ganas de escribir, pero no tengo fuerzas. No quiero solo el cuarto de Virginia Woolf, quiero una vida entera. En dos años y medio he vivido en cinco pisos y he tenido dos trabajos. He pasado de vivir a unos 900 km del lugar donde nací a unos 700 km -tampoco es que quiera volver exactamente-. Cuando trabajaba como técnico de cine sufrí explotación, y acoso y abuso tanto laboral como sexual. Luego dejé de trabajar a causa de todo esto. Cogí una pequeña videocámara y me grabé sentado en una mesa intentando escribir, mezclé las imágenes con un fragmento del VHS del bautizo de mi hermano que familiar grabó donde mi abuelo recitaba sobre Andalucía y el campo y mi tío y mi abuela y el amor y lo mezclé todo con imágenes de internet donde Onetti habla también de su abuelo y toda la cosa que gira con la cosa de este apellido que comparto como algo que no es mío pero en el que me reconozco. La presenté a una convocatoria organizada por una plataforma de video arte y el Reina Sofía y me seleccionaron en representación del video arte español de los últimos veinte años o algo así. Este mes participo en una exposición en el centro de arte CondeDuque llamada "Hecho en casa. Video arte doméstico actual en España". La última película que hice desde mi casa fue en 2019. Ya ni siquiera tengo tiempo ni fuerzas para hacer este tipo de películas. Ahora me dedico a dispensar felicidad recetada de forma asalariada bajo este modelo de esclavitud moderna. Todo el mundo sabe que la libertad te la da el nacer en una familia rica. Y aunque no tengo fuerzas tengo fuerzas para quererlo todo. Porque no solo quiero el cuarto de Virginia Woolf. Quiero mi vida.