viernes, 23 de noviembre de 2018

Cuts of Lithuania

Hace cuatro noviembres estaba en Lituania. Tenía 29 años y sin trabajo. Así que no se me ocurrió nada mejor que buscar un voluntariado europeo en un pueblo perdido del sur de Lituania e irme hasta allí, simplemente porque iba a trabajar en una biblioteca. Simplemente. La cosa es que yo no sabía que eso del voluntariado europeo no es más que una especie de segundo erasmus para recién graduados que tienen algo que celebrar. Pero yo no era un graduado. Sólo un parado más. Llevaba cuatro años (otros) en la industria del cine, había conseguido llegar a mi tope salarial, 1600€ en nómina y algunos euros más en negro —o diferido— y de repente no tengo nada que hacer por algunos meses más de la cuenta, así que me parece una buena idea irme hasta un país del cuál lo único que conocía era la afición por el baloncesto —de niño quería ser el puto Sabonis, aunque me quedé a medio metro— y que Jonas Mekas, uno de mis directores de cine favoritos, había nacido en una pequeña aldea de Lituania. Sí, esa que aparece en Reminiscencias de un viaje a Lituania y que nadie en ese pequeño país sabe dónde está. Pero la cosa es que ya hace cuatro años de todo esto y aún sigo obsesionado con todo ese frío. Hice una película sobre todo (otra vez) aquello: Cuts of Lithuania. Una película que pretendía ser una búsqueda de la Lituania que había visto en la película de Mekas pero que no encontré por ningún lado, por lo que se convirtió en mi Lituania, al menos en mis reminiscencias que diría el poeta Jonas —porque Jonas Mekas también es poeta además de director de cine, entre otras cosas­—. 



                               https://vimeo.com/128583212



En la película os podéis hacer una idea del frío del que hablo y de mi obsesión. No aparece nadie hablando directamente a cámara, sólo nieve y más nieve. Y noches claro. Porque allí en invierno hay más noche que día y eso para un sureño es algo muy jodido amigos, tanto que seguramente aún tenga secuelas. Pero a lo que iba. Que hace cuatro años hice esta película. Y en ese tiempo, además, he escrito un par de artículos sobre ese viaje. En uno en particular, hablo de cómo le pedí a Fugazi por email permiso para usar su canción Waiting Room en la película porque me di cuenta mientras editaba las imágenes que no paraba de sonar en diferentes planos y días; y el mismo Guy Picciotto me contestó a las pocas semanas que adelante y que les mandara la película cuando la tuviera terminada, cumpliendo un deseo groupie adolescente. Y, además, aún tengo en el cajón un libro de poemas titulado El emigrante y el invierno que he tenido el placer de compartir con la artista María Coira y contar con su trabajo sobre ellos, y una novela ambientada en este ex país de la URSS. Pero como iba diciendo, ha llegado la hora de calentarse. De terminar con toda esta obsesión invernal. Y la única manera que se me ha ocurrido para hacer esto es haciendo otra película: MOJÁCAR/VARENA. Acabar con la nieve con el desierto. Por lo que me dispongo a abrir de nuevo el programa de edición digital y embarcarme en lo que será mi segunda película de larga duración, la cual grabé durante las dos semanas que disfruté de una estancia becada en una residencia de artistas en dicha localidad para terminar de escribir la novela. Otro pedazo más, el último corte de este viaje de dos meses y cuatro años (u ocho) que llega a su fin. Otro pedazo/corte más de este archivo-revoltijo. 


*Al final no he hablado sobre la autoficción, el tema de moda en la crítica cultural y literaria. Por un momento pretendí hacerlo, pero sinceramente, ¿qué tengo qué decir yo sobre eso? Quizás lo haga en MOJÁCAR/VARENA.