sábado, 21 de diciembre de 2019

Sobre Varena como antidiario.


Estoy leyendo el (¿ensayo?) Distraídos Venceremos Usos y derivas en la escritura autobiográfica de Andrea Valdés (Jekyll & Jill, 2019) y me pregunto en qué deriva podría situarme, si cabe tal situación, o verme arrastrado por mi propia escritura. Aunque esta pregunta se viene construyendo como una intuición y necesidad incómoda a la que debía responder en y tras la presentación en público de Varena.

Primero, reconocer que, como en otras ocasiones he hecho, el uso del prefijo anti- es un abrazo a mi admirado Nicanor Parra sin ninguna otra connotación fuera de lo emocional que pretenda relacionarme con su trabajo literario. El anti-, más allá de esto, es categórico, una negación absoluta y reconfortante. ¿Pero de qué forma niego el diario?
La forma, en este caso, no es que no sea importante, pero temo que no me llevará a lo que quiero contestar, realmente, y es: ¿qué es un antidiario? o más preciso —y fácil y útil para mi— ¿por qué Varena es un antidiario?: (Porque lo niego).

No pretendo extenderme mucho en ello porque no es el formato de este archivo/revoltijo ni tampoco me suelo someter a embrollos de tipo justificación-artística como tener que explicar mi trabajo, que proviene principalmente de la intuición —aunque no crean que pretendo menospreciarme por ello ni me tomo menos en serio cuestiones teóricas o estructurales, por poner un ejemplo, de otra índole—.  Así pues:

Varena es un antidiario porque alrededor de unas dos o tres páginas de un supuesto diario de ficción o no ficción construye una novela clásica que no es una novela clásica en sí, ya que todo el empeño de esta gira y gira alrededor de esa idea (la) de diario que pretende destruir, a través de todos los recursos manifestados en ella, que les advierto no son pocos.
Podría ponerme a describirlos con cierto esmero, pero como les he dicho, no es el lugar ni el cometido de este texto sobre porque el principal objetivo —que espero haber cumplido a pesar de la brevedad y lo críptico del asunto— era manifestar por qué es un antidiario y no cómo es. Cosa que creo que se advierte en su lectura con mucha más claridad de lo que hoy, posiblemente, lo haya hecho aquí.




domingo, 22 de septiembre de 2019

Referencias Berger.

He leído la obra-libro casi ciervos de Uxue Juárez (greylock,2019). Hay una pista en su título. La animalidad recorre páginas de letras y fotos. Distintas tipografías como lenguajes alternos y paralelos. Las constantes referencias a Berger me han trasladado a otro tiempo. En el que leí algunos textos de él por recomendación de ellas. Entonces toda recomendación me las tomaba en serio. Sé que leí Mirar. Pero salvo el animal de la cubierta del libro no recuerdo mucho más. Mi cerebro ansioso está empeñado en el futuro, así que no suelo recordar en profundidad —en términos académicos y no espirituales— las cosas que leo. No sé si puede que me pase lo mismo con las personas. Aún así, toda esta animalidad ha trazado una línea de origen emocional y científico en mi mente.
Era casi invierno en Madrid (puede). Y yo la acompañé a ella a La casa encendida porque John Berger daba una charla, o una conferencia, o quizás solo fuera una presentación. No diferencio este tipo de matices ni protocolos. O simplemente no me importan. Hay una sala llena de gente. Gente con la que no me identifico. Hace casi un año que vivo en esta ciudad pero he pasado más tiempo trabajando fuera que en ella/ni con ella. No sé de qué habla John Berger. Sé que tengo que usar un traductor simultáneo, una especie de walkman que es la primera vez que uso en mi vida. Me fijo más en su presencia. En su presencia en toda su esencia. De negro. Sonriente. Blanco. Salimos fuera. Me paro en el no quicio de la puerta gigante del edificio. Las noches son frías en esa ciudad. Cuando levanto la vista del cigarro veo que en frente de mí, en el otro inexistente quicio,  está John Berger. De repente me mira. Fire fire fire. Y yo lo entiendo. Saco mi mechero y se lo alargo. En ese momento llega su mujer y me sonríe. También llega ella y hace lo mismo. ¿Cómo YO he conseguido este momento? Thank you. Thank you.



Silencio/Animalidad.

miércoles, 17 de julio de 2019

Archivo y fisura.

Hace unos días pensaba en cuánto tiempo hacía que no escribía por aquí, ampliaba esta especie de archivo/revoltijo. Esto manifestó la problemática sobre si realmente tenía algo que decir o había tenido un pensamiento promovido por la tela de araña de las redes sociales y la necesidad de proyección, exposición, exhibición, etc. Entonces, durante un rato intenté resolver esta cuestión manifestada/planteada desde fuera y adentro. Antes de que pudiera llegar a ninguna conclusión de peso y mucho menos algo sobre lo que escribir pisé una esponja y me caí por dos escalones, golpeándome la cabeza contra una mesa y la mano contra algo que habitaba el suelo y no recuerdo. Después de comprobar que no me había abierto el cráneo el dolor se manifestó en el dedo pulgar de mi mano derecha. Fui al consultorio médico. Luego tuve que bajar al pueblo de abajo a hacerme una radiografía en el ambulatorio. Todo parecía indicar una fisura pero la doctora no estaba segura de ello. Aún así me inmovilizaron el dedo. A los tres días me vio mi médico y diagnosticó una fisura. 21 días. El dolor prácticamente ha desaparecido. Sólo queda la incomodidad de no poder usar ese dedo para pulsar la barra espaciadora del teclado. La curiosidad que me provoca esta inmovilización sobre qué clase de homínido soy, en definitiva, la evolución: Humanidad/Escritura.  

¿Realmente había necesidad de contarles todo esto? ¿De archivarlo? Posiblemente no. Ni siquiera haya una necesidad real ni divina sobre escribir como llevamos romantizando siglos. Pero la constancia de estas palabras digitales podría ser el rastro de algún tipo de pista, sin duda. De una que discúlpenme que no siga porque antes les mentí y el dolor de mi dedo digital no ha desaparecido del todo, sino que, es más, se ha acentuado con estas letras.

Archivado
y

fisurado.